Este viaje está especialmente diseñado para aquellos que buscan grandes espacios, caminos interminables y paisajes infinitos. Recorreremos cuatro grandes desiertos, muy diferentes entre sí, pero de gran belleza. Empezaremos en el desierto del Kalahari. El primer explorador que lo recorrió, el Dr. Livingston, lo definió como «la tierra más triste que jamás nadie haya visto«; por algo la palabra kalahari (kgalagadi en tswano), significa “gran sed”. Allí viven los bosquimanos, también llamados san, el pueblo más antiguo sobre la Tierra y que todavía viven como en el paleolítico. Hablan mediante chasquidos, adoran al sol, a la luna y a una fuerza superior que procede del Este y viven de la caza y la recolección.
Desde allí nos dirigiremos hacia Maún, donde realizaremos varias actividades por el Delta del Okavango. Ese río que, en lugar de desembocar en el mar, forma un abanico fluvial en mitad del desierto, desgajándose hasta desaparecer, engullido por el Kalahari, en un laberinto de canales, lagunas e islas; ejerciendo un polo de atracción sobre miles de animales salvajes. Desde los mokoros, esas pequeñas canoas que de siempre han usado los bavei para moverse entre los canales, podremos avistar manadas de elefantes, búfalos o impalas y los andares de las jirafas o hipopótamos a remojo entre los caños.
Continuaremos con un lugar muy especial, el Salar de Makgadigadi, en el norte de Botswana. Por aquí pasa una de las corrientes migratorias de ñus más espectaculares y grandiosas de África. Si las condiciones lo permiten, dormiremos en la sagrada Isla de Kubu, un oasis de rocas y baobabs rodeado de un inquietante mar de sal y arena… el paraíso.
Desde Kubu continuaremos por aquella mítica ruta que llevó a Livingstone hasta las Cataratas Victoria. Donde, si os quedan más ganas de aventura, os proponemos un rafting sobre el Zambeze.
Tras dos noches de merecido descanso, nos internaremos en Namibia por la franja del Caprivi. Continuaremos haciendo safaris por el Parque Natural de Etosha, una de las mayores reservas de África, en cuyas charcas es muy posible divisar a los Cinco Grandes. Recorreremos parte del Kaokoland, la tierra de los himba y de los herero con sus trajes victorianos, continuaremos por el Damaraland, donde habita el elefante del desierto y dormiremos entre las extrañas formaciones de granito de Spitzkoppe para llegar a la Costa de los Esqueletos, que le debe su nombre a la gran cantidad de pecios que descansan en el litoral, creando un paisaje fantasmal. Completan el recorrido, la ciudad de Swakopmund, extraña mezcla que nos lleva a una antigua ciudad de Baviera encajada en África entre las dunas del Namib y la costa del Atlántico.
Y antes de volver a Windhoek, esta ruta inolvidable terminará donde las dunas se juntan con el mar, el desierto de Namib. Allí, los amantes de la fotografía enloquecerán entre los esqueletos de acacias muertas de Deadvlei o viendo amanecer desde la Duna 45. Los rayos de sol despuntando y el rojizo tono de la arena son un espectáculo único que no se olvida.