30 Sep La isla sagrada del Kalahari
Siempre he hecho mía una frase de T.E Lawrence que leí mientras esperaba con ansiedad un viaje al desierto del wadi Rum. Aquella frase decía “un dia de estos, si no me vigilo, saldré atropelladamente hacia el lugar mas disparatado”. Y es que a mí me pasa lo mismo, aunque ni vigilándome consigo no aparecer en los sitios mas disparatados, increíbles, espectaculares, problemáticos o difíciles que siempre están rondando por mi cabeza.
Esta es la historia de la última vez que conseguí burlar mi propia vigilancia:
El viaje empezó en mi cabeza hace mucho tiempo, a orillas del parque fronterizo de Kgalagadi, en una noche clara y fría, atravesada por los vientos. Aquella noche, al calor del fuego y del vino, bajo uno de los cielos estrellados más impresionantes que he podido contemplar, me contaron que no lejos de allí, al otro extremo del Kalahari, había una isla sagrada. Una isla que surgía solitaria en un mar de sal, blanco e infinito, un oasis de rocas sobre las que surgían fantasmagóricos baobabs milenarios. Un lugar mágico. Me lo contó un desconocido, alguien que trajo el camino y que desapareció por él al día siguiente, pero a mí ya siempre me quedó un run run…
Así que me compré un mapa del Kalahari y pasé años planeando la ruta que seguiría para llegar allí. En aquel viejo mapa, ya desgastado, agrietado y con manchas de colacao y gintonic, descubrí que aquel inmenso mar blanco era el salar de Magdadigkadi y que en su interior había varios humedales, en uno de los cuales, el Sowa Pan, se encontraba aquella isla, Kubu.
Durante la estación de las lluvias, la isla se transformaba en el jardín del Edén con la llegada de centenares de flamencos rosas, grandes manadas de cebras y ñus, gacelas springbox, orix, jirafas y hasta algún que otro elefante…pero entonces quedaba casi inaccesible. Con la estación seca, el paisaje cambiaba por completo y se convertía en una costra seca de barro salado, donde con suerte se podía ver alguna solitaria hiena marrón, ya sin ganas de reír y enormes colonias de descarados suricatos. En cualquier caso el camino siempre es muy exigente, que es lo que atrae.
No era la primera vez que me acercaba al Kalahari, un territorio tan hostil como seductor cuyo nombre susurra deseos de emociones, aventura y desafíos, que es justo lo que nunca me falta, y sabía que para internarme en él iba a necesitar un 4×4, logística adecuada y mucho sentido común, que es justo lo que casi siempre me falta. Por eso ésta vez, fui con Desertando, por si acaso…
La ruta inicial que planeamos salía cerca de las minas de diamantes de Orapa y llegaba a Kubu tras atravesar salares y pequeñas zonas de hierba, raquíticas acacias y mopanes. Llegar a la isla no es fácil, agota, pero la recompensa es enorme. Imagino que fue allí, a la sombra de uno de aquellos gigantescos baobabs, cuando Livingstone comentó que en esa expedición no todo iban a ser placeres (eso mismo me dije yo, allí y días mas tarde al ver el hotel económico en el que había reservado habitación en Francistown, de regreso a Johannesburgo, para verlo…).
Llegar a la isla cuando las luces del atardecer tiñen de rojo los baobabs, destacando más todavía entre las enormes rocas y ver como el horizonte blanco se va transformando en una mezcla de cobaltos y grises, es un regalo para la vista. Con la puesta de sol invade una sensación de soledad y desolación. Entonces se entiende porqué la isla ha sido desde siempre un lugar sagrado dedicado a ritos e iniciaciones.
Allí no hay alojamientos y se acampa a la belle etoile, preferiblemente a los pies de algún enorme baobab. Al caer la noche empieza el ritual: disfrutar del cielo estrellado, caer hipnotizado ante la hoguera, saborear un buen vino de Namaqua, conversar y reir con buenos amigos y finalmente caer dormido al arrullo del canto de las cigarras. Es la combinación más peligrosa para caer enamorado, de haber sido otra la compañía, claro…( yo no, que no me pertenezco)
Desde allí Livingstone continuó su ruta hacia las cataratas Victoria pasando por el humedal de Ntwetwe, otro paisaje lunar, con extrañas formaciones rocosas, dunas, islotes y canales, donde apenas sobrevive una población de suricatos. Otro lugar para quedarse a dormir, que tenemos que dejar para el próximo viaje.
También pasó Thomas Baines, antiguo compañero de expedición de Livingstone, que siguió rumbo norte, de isla en isla, Kubu, Kukonje, Thithaba… hasta Nxai Pan, donde inmortalizó para siempre con sus dibujos la impresionante figura de unos baobabs conocidos desde entonces como Las Siete Hermanas.
Le acompañaba Chapman, que también se inmortalizó firmando en el más grande todos ellos, uno con mas de 25 metros de perímetro. Cerca de ellos se concentra la escasa vida salvaje que permanece durante la estación seca, springbok, avestruces, un par de zorros de orejas de murciélago y algunos elefantes dándose un baño de barro, poco mas…
Baines, Chapman, Livingstone, los hermanos Green, son algunos de aquellos exploradores que cruzaron por aquí persiguiendo la belleza de los árboles más increíbles de África. No me extraña. Una de las rutas mas increíbles que conozco.
Desde Nxai Pan abandonamos la ruta de los baobabs y nos trasladamos a Maun para iniciar un recorrido por el delta del Okavango, pero eso ya, si eso, os lo cuento el próximo día. Lo que ahora no se me va de la cabeza, es que aquella noche, en Kgalagadi me hablaron también de la ciudad perdida del Kalahari, una ciudad sepultada entre las dunas rojas de Kiki. Sé que es tan solo una leyenda, pero me están entrando unas ganas enormes de ir tras ella, lo digo por si alguien se anima a acompañarme…
Esta entrada se la dedico a mi madre, un alma mochilera que ha tenido que posponer un viaje por Tailandia mientras pasa por el taller de chapa y pintura para que la vuelvan a dejar como nueva. Besos mami
Anónimo
Publicado a las 16:51h, 30 septiembreHas tardado, pero como siempre fascinante…no tardes tanto. Porcierto pal finde del 12 oct. estaré n Madrid
jose costa collell
Publicado a las 19:29h, 30 septiembrePues no tardes tanto, que siempre nos fascina leerte. Espero que tu mami se recupere pronto. Por cierto pal finde del 12 oct. estaré en Madrid
undiaenlavidadecuchara
Publicado a las 20:48h, 30 septiembrePues ya lo siento, pero el12 estare pastoreando un grupo por el sur de Marruecos. Tu sigue leyendome que este año me voy a prodigar mas. Un abrazo
undiaenlavidadecuchara
Publicado a las 20:48h, 30 septiembrePues ya lo siento, pero el 12 estaré pastoreando un grupo por el sur de Marruecos. Tu sigue leyéndome que este año me voy a prodigar mas. Un abrazo
Lurdes
Publicado a las 10:23h, 01 octubre¿Y qué hará este Dr. Livingston II nuestro cuando haya descubierto todos los rincones escondidos de África?
Bueno primo, que me encantan los Baobabs y sus leyendas. Yo traje una planta de allí pero no parecía un Baobab y aguantó pocos años. Aprendí que los Baobabs son África y solo allí pueden estar.
undiaenlavidadecuchara
Publicado a las 21:55h, 05 noviembrePrima, todavía quedan muchos lugares por descubrir, y cuando haya descubierto todos, empezare con la segunda vuelta…
Tengo muchas ganas de que te vengas a uno de nuestros viajes. Besos
Teresa
Publicado a las 18:19h, 07 octubreNo se si tu a la altura de Lawrence o al reves, creo que si te hubiera conocido le habrias llevado de cabeza xq siempre dan ganas de seguir tus pasos por tantos lugares magicos y dejar de vigilarse. Espero rapida recuperacion para tu madre y que coja su mochila camino de Tailandia pronto. Un beso!
undiaenlavidadecuchara
Publicado a las 21:51h, 05 noviembreHola Teresa, siempre me encanta recibir tus criticas positivas. A ver si paro un poco y te veo. Besos
Alberto Mrteh
Publicado a las 06:54h, 08 octubreMe ha encantado descubrir la isla contigo y me he enamorado del cielo estrellado y de esos baobabs.
Gracias por invitarme a la expedición.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
undiaenlavidadecuchara
Publicado a las 21:45h, 05 noviembreGracias Alberto, la verdad que la isla de Kubu es única, me volvi loco fotografiando cada baobab…