En ruta a las entrañas del Akakus

Aquel día llevábamos muchos kilómetros dando tumbos bajo un sol implacable. y el hambre había empezado a retorcerme las entrañas,  que no paraban de sonar. Nos cruzamos con un grupo de camellos que se dirigían como nosotros hacia la sombra de una acacia solitaria que se divisaba a lo lejos.

Al llegar, el gigantesco Yussuf Adwol sin para de sonreir dejó el kalashnikov en el suelo para agarrar a una de las camellas por detrás, como con intención de violarla, la ordeñó y pudimos saciar la sed compartiendo un cuenco con la leche. Al tragar pude notar unos extraños tropezones bajando por la garganta…

Mientras tanto otro grupo de tuareg despachaba a un anciano cordero que habíamos podido comprar en Uweinat antes de internarnos en el desierto.

Allí mismo levantamos un pequeño campamento para protegernos del infatigable Ghibli, que ese día parecía soplar mas caliente que nunca.  Atraídos por el olor de la barbacoa, aparecieron de la nada varios tuareg que invitamos a sentarse a nuestra mesa mientras nos traía noticias de los combates con los tubus en la región de Murzuq al otro lado de las misteriosas montañas que se levantaban no lejos de donde estábamos, hacia el sur.

Recuerdo con mucha nostalgia aquellos tiempos de estrecha camaradería, tiempos de explorar y descubrir, tiempos de vivir intensamente…

 

 

El Cuchara
cconde@desertando.com
1 Comentario
  • Rafa
    Publicado a las 17:21h, 08 julio Responder

    Para cuándo? No le he puesto muesca a ese desierto 😉

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