Rep. Centroafricana: Misión en Birao

Cada vez que regreso de Trípoli aprovecho para retirarme a descansar a mis cuarteles de invierno. Me encanta disfrutar en familia de los apacibles otoños de Bruselas, con sus días grises, los árboles de mil tonalidades de ocres y amarillos, o contemplar la lluvia tras los cristales, que por cierto no para y ya me tiene hasta los mismísimos. Lo malo es que me pongo melancólico, y como decía Machado vienen a mi memoria historias tristes, sin poesía. Historias que me tienen casi blancos los cabellos….

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Asín que mientras regreso al desierto, voy a aprovechar esta melancolía que me ha entrado para endiñaros una etapa de mi vida ‟jamas contada” en la que tuve la oportunidad de conocer uno de los sitios mas impactantes que recuerdo, un lugar donde Africa me mostró toda su crudeza. Allí ví cosas que nunca quise ver… y hoy por fin tengo el valor de sacarlas de lo mas profundo de mi memoria para que las conozcáis.

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Por cierto que la culpa de esto la tiene mi amigo Santi, que lleva unos cuantos meses en Bangui dándole cera a los angelitos de la Coalición Seleka y con sus fotos me ha ido arrancando los recuerdos día tras día. Ahora hay otra guerra, mas violenta quizás, con otros nombres y otras excusas, pero al final, mas de lo mismo…

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Mi misión fue en la localidad de Birao, en la prefectura de la Vakagá, un rincón olvidado de Dios en la República Centroafricana, en la confluencia con Sudan y Chad. Tan olvidado, que el emperador Bokassa escogió este lugar para desterrar para siempre a aquellos enemigos a los que no le dio por zamparse. Tan lejano, que era imposible llegar por tierra sin jugarse la vida. Tan aislado, que por lo menos representaba la tierra prometida para aquellos que habían perdido todo lo que tenían, incluso la esperanza. Y así, aislado que no solo, me sentí yo durante mi estancia en Birao. Sobre todo durante la estación de las lluvias, cuando el pueblo se convertía en una isla y era imposible entrar o salir de ella.

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Menos mal que me acogieron en sus pechos los mandos del Regimiento de Extranjeros Paracaidistas de la Legion Extranjera francesa que tenían allí su destacamento. También había un centro de Medicos del Mundo, con dos doctoras, en una misión igual de bonita e importante, pero a pesar de que puse mi mejor carita de bueno, ellas no me acogieron a sus pechos.

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No hacia mucho tiempo de mi llegada, la ciudad de Birao había sido atacada y quemada por los rebeldes del UFDR, por las temibles milicias janjaweed e incluso por las milicias del Lord Resistance Army, de Joseph Kony, famoso éste último por querer imponer a tiros un gobierno basado en los 10 mandamientos y en el uso de la bicicleta. Ahi está¡, un tipo con criterio. Aun así, continuaban llegando numerosos grupos de refugiados principalmente de Darfur que venían huyendo de los últimos ataques de los janjaweed.

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Así que durante la semana nos escoltaban por la zona buscando posibles núcleos de refugiados. Casi siempre encontrábamos algunos grupos intentando sobrevivir, a los que procurábamos trasladar a un gran campo de refugiados.

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En una de estas patrullas localizamos este colegio que ya os he puesto en alguna ocasión, y el apoyo a estos niños fue uno de los proyectos mas reconfortantes en los que he participado ever…

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Pero también había momentos de diversión y camaradería. Recuerdo aquellos viernes por la noche, bebiendo y olvidando que a veces es la mejor medicina, y para un corazón tan sensible como el mio, doble ración. Aunque sea de perroquet y tomata, aquellas guarradas que los franceses hacen con el pastiss y que tanto les gusta sólo a ellos. (y que yo me bebía por no hacerles un feo, claro…). Ni siquiera la noche que les preparé un exquisito calimocho paracaidista conseguí convencerles para que evolucionaran hacia gustos mas refinados.

Buoli

Tras los primeros pastiss empezaban los cánticos, con los siguientes nos prometíamos fidelité, fraternité y maternité, y para los últimos pelotazos ya nos decíamos eso de que tu eres mi segundo mejor amigo, etc etc. Después, tarareando su canción de Le diable marche avec nous, que todavía retumba en mi cabeza, regresaba a la choza, a dormir bajo l’etoil de Afrique. Allí, la oscuridad y el silencio más absoluto, sólo roto por el ruido lejano de algún grupo electrógeno todavía encendido y por los cercopitecos verdes, aquellos p monos omnipresentes, que acechaban permanentemente mi choza en busca de mi paquete de pan galleta, mi más preciado tesoro…

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Alli compartí choza, pero que corra el aire, con mi amigo Birane, senegalés (por seguridad he borrado los nombres de los uniformes y así nadie puede saber quien es cada uno). Tuve la suerte de que el destino hiciera que años después, nos volviéramos  a encontrar en Senegal, la vida, que sigue dando vueltas. Musulman fervoroso, siempre me hablaba del islam y de su proyecto de realizar el Hajj. Empezaba el día cada mañana con la fresca (a las cuatro y media) rezando en el pequeño espacio que había entre nuestros camastros. Eso me obligaba a dormír con un ojo siempre abierto, pues cada noche se repetía la misma escena y noche tras noche me llevaba el mismo susto de muerte, porque parecía que venia a por mi. Un sin vivir, vamos.

Volviendo al pueblo, en el centro de la villa, rodeado de frondosos mangos, había un enorme baobab, bajo cuya sombra tenia lugar la vida cotidiana del pueblo. No solo servía como punto de encuentro, lugar de reunion, tablón de anuncios o hasta mercado, también tenía un carácter sagrado y a sus pies yacían enterrados algunos de los mejores griots del pueblo.

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Y aunque pequeño, también teníamos un restaurante, la Chuiterí Kounda. Bueno, la verdad es que había otro más, pero no íbamos nunca porque tenia muy mala pinta. La cabra carbonizada era un clásico entre las sugerencias diarias del chef, y reconozco que a mi me gustaba bastante.

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No muy lejos de Birao se encontraba la reserva de fauna de Manovo Gounda St Floris, patrimonio de la UNESCO por la gran diverdidad de su flora y fauna. Tuve la suerte de realizar una patrulla por dicha reserva, pero como la mayor parte de los caminos estaban frecuentados por cazadores furtivos y atracadores, y además no pude convencer a Birane, mas sensato que yo, para que me acompañara, desistí de mi genial idea de alquilar un coche y recorrer el parque por mi cuenta, que era lo que me pedía el cuerpo.

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Así que esto que parecen dos cebúes, visten como dos cebúes y mugen como dos cebúes son los animales mas salvajes que pude fotografiar. sin contar a los p cercopitecos, que contento me tenían.

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La mitad del pueblo era musulmán y la otra mitad católica, así que en el pueblo había también una mezquita y una iglesia. Algunos domingos el párroco de la zona pasaba por Birao a dar misa. No me enteraba de mucho porque eran en sangho, y además duraban mas de dos horas y yo pasados los primeros cinco minutos tiendo a la dispersion, pero eran infinitamente mas alegres que aquellas de la parroquia de San Damaso a las que asistía de pequeño, (y de las que guardo muy buen recuerdo), así que me encantaba ir. Os tenia preparado un video para que entendierais que digo, pero soy incapable de hacerlo, si alguien me ayuda lo cuelgo ( cuelgo el video, no al que me ayude, ojo).

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Y con esto os dejo por hoy, ya sabeis un poco mas de como era la vida en Birao, un lugar olvidado de la prefectura de la Vakagá… La vida no era fácil, pero me gustaba estar ahí. Un día, llegó un avión, y me sacó de allí, para nunca mas volver. Por eso mi pena.

Desertando
setielena@gmail.com
5 Comentarios
  • Pedro Sanz
    Publicado a las 23:43h, 08 diciembre Responder

    Carlitos, he de reconocer que la melancolía otoñal belga ha hecho algo raro en ti. Vamos, que te ha llevado a escribir uno de tus relatos mas divertidos. Paradojas de la vida. Y eso que la misión tenia pinta de ser durita. Un abrazo desde casi Bogotá.

    • undiaenlavidadecuchara
      Publicado a las 18:00h, 09 diciembre Responder

      Pedro, ya me he enterao que por allí las cosas van saliendo… Un fuerte abrazo y llévame contigo.

  • Pilar
    Publicado a las 18:05h, 11 diciembre Responder

    Heeey, cuánto me alegro de tener noticias de tus aventuras!
    Un abrazo

  • Manolo Melero
    Publicado a las 16:46h, 23 diciembre Responder

    Impresionado me has dejado. Por encontrarte aquí, por lo que has mejorado haciendo fotos, por las cosas que escribes, y por lo bien que te veo. Me alegro de todo ello, y de verte así. Un fuerte abrazo de uno que se considera amigo tuyo en toda la extensión de la palabra.

    • undiaenlavidadecuchara
      Publicado a las 20:11h, 23 diciembre Responder

      Manolo, pero a pesar de estas aventuras africanas, me acuerdo muchísimo de nuestras aventuras por Moldavia, Rusia, etc etc, y especialmente aquellas temporadas en Bielorrusia. un fuerte abrazo Manolo, y espero que este mismo invierno nos podamos tomar unas cervezas.

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